Eclesiastés 3:1-8 » Para todo hay un tiempo, y un tiempo para todo lo que está debajo del cielo…»

Eclesiastés es la obra de un maestro que vivió y escribió en Jerusalén algún tiempo después del 450 a.C.—después de que los hebreos regresaran del exilio en Babilonia. Es un momento en el que, según el maestro, las personas están permitiendo que las preocupaciones sobre la existencia humana se vuelvan más importantes que el compromiso espiritual, y, por el contrario, usan su fe religiosa simplemente como una forma de mejorar sus vidas humanas. «Vanidad de vanidades, todo es vanidad», comienza (1:2), y en este pasaje familiar afirma una verdad universal que permanece constante a través de todas las experiencias conflictivas que la vida podría ofrecer.
Metafísicamente, es interesante notar que este pasaje consta de siete conjuntos, cada uno con un par de opuestos. Desde las primeras páginas de Génesis (y sus siete días de creación) hasta los múltiples sietes que encontramos en la Revelación a Juan, la Biblia reconoce que hay siete etapas involucradas en el proceso de expresar nuestra verdad espiritual en la experiencia humana. Cada etapa está representada aquí por conjuntos de opuestos. La primera etapa involucra el nacimiento y la muerte, la siembra y la cosecha, lo básico para entrar en la experiencia humana a través de una puerta y salir a través de otra. La segunda etapa implica matar, curar, descomponer y construir, un paso para aprender cómo funciona esta experiencia dualista. La tercera etapa, el llanto y la risa, el luto y el baile, incorpora nuestra naturaleza de sentimiento a la experiencia física. Cuarto-tirar piedras y recoger piedras, abrazar y abstenerse de abrazar – nos centra en nuestro chakra del corazón, enseñando que el amor no es solo reunir, sino también liberar. En la quinta etapa buscamos y perdemos, guardamos y tiramos. Este es el centro de poder en el que comenzamos a tomar posesión de nuestras vidas. La sexta etapa implica desgarrar y coser, silenciar y hablar-opuestos involucrados en la creación de nuevas posibilidades al reclamar nuestra verdad espiritual («hablar la palabra»). Y los opuestos finales implican amor y odio, guerra y paz.
El punto importante es que ambos extremos de cada espectro están íntimamente involucrados en el proceso creativo que estamos aquí para lograr. Abrazamos la curación, el baile, el abrazo y el amor. A menudo nos juzgamos negativamente si nos encontramos experimentando la muerte, el llanto, la pérdida y la guerra. Pero juzgar un extremo como «bueno» y el otro como «malo» es perder el punto esencial de que todo el espectro debe estar involucrado si queremos alcanzar el reino.

Bendiciones!

Rev. Ed



+